martes, 2 de junio de 2009

La vida después del divorcio



La seguridad en la que te has desenvuelto hasta hace un tiempito, ya no existe. Hay una nueva realidad, evidente, embriagante, a la que no puedes hacer oídos sordos.

Las cosas no volverán a ser como antes; esto es un hecho y cuanto antes lo aceptes, más cerca estarás de dar los primeros pasos firmes hacia tu bienestar.

En esta etapa de incertidumbre, de sentimientos encontrados, en ciertos momentos es probable que añores lo bueno que hubo y la seguridad, en otros respirarás con alivio. Las reacciones y las emociones que afloren son positivas y están permitidas, dale la bienvenida a lo que exteriorices; es tu manera de lidiar con lo que te está pasando. También es lo que necesitas en esta instancia para sanar por dentro y para encarar el futuro con la seguridad que está naciendo en ti y que se irá desarrollando gradualmente.

Lo peor ya pasó. Fueron esos tiempos de grandes dudas antes de tomar la decisión (o de que la tomen por ti), en los que no sabías qué hacer, a qué atenerte, qué camino tomar, cómo se iba a resolver la situación.

Hoy, ya cuentas con una realidad por la que empezaste a transitar. Es más fácil esta situación en concreto que la incertidumbre de otros tiempos, porque puedes comenzar a tomar decisiones sobre esta verdad que se instaló en tu vida.

Cuando pase esta fase de reacomodamiento (que llevará el tiempo que te lleve, es totalmente personal y varía en cada caso) y quede en el pasado, verás las cosas de otra manera, aunque por ahora todavía no estés en un punto de siquiera vislumbrar el inicio de esta época apacible. Te reconectarás incluso con la persona que eras antes de casarte, tendrás nuevos hábitos, nuevos intereses y nuevas personas alrededor tuyo. Una claridad inesperada se irá abriendo ante tus ojos… una nueva etapa de plenitud te espera y no tardará en llegar.

EL DIVORCIO

Sentimos que nos disolvemos en la nada cuando el amor se acaba.

El divorcio es una realidad que hay que enfrentar. En casi todas las civilizaciones existió la posibilidad de disolver el vínculo matrimonial incluso en las más antiguas. Es parte de la libertad individual y una decisión personal.

LA FAMILIA ES EL VALOR FUNDAMENTAL DE NUESTRA SOCIEDAD, EL DIVORCIO PUEDE SER UNA ALTERNATIVA CUANDO LAS BASES DE LA FAMILIA, O LA INTEGRIDAD FISICA O EMOCIONAL DE ALGUNO DE SUS MIEMBROS SE VEN EN RIESGO.


Recuera que siempre existen otras opciones: psicoterapia, conciliación, terapia de pareja, orientación familiar, etc.

La información sobre en que consiste un divorcio es necesaria para actuar correctamente frente a esta situación y lograr la solución del conflicto familiar y usted la podrá encontrar aqui.


¿Que es un divorcio?

El divorcio es el acto que disuelve el vínculo del matrimonio y deja a los cónyuges en aptitud de contraer otro.

¿Que hacer?

Primeramente debe plantearse si esta completamente seguro de realizar este paso tan importante en su vida; si tiene dudas debe darse un tiempo para reflexionar al respecto, revise si hay suficientes motivos y cuando este completamente segura(o) inicie los tramites, para ello deberá acudir de preferencia con un abogado especializado en Materia Familiar, esto para tener la seguridad de que contamos con el respaldo de un Profesional en la Materia.

¿Que papeleria se requiere?

1-. Presentar el acta de matrimonio en copia certificada.
2-. En caso de tener hijos menores o mayores de edad, presentar copia certificada del acta de nacimiento de cada uno.
3-. Presentar el convenio, en caso de un divorcio por mutuo acuerdo.
4-. Presentar pruebas sobre la causa que motive el divorcio, en caso de divorcio necesario.
5-. Presentarse cuando se le requiera.

El divorcio se puede promover por tres vías

1-. Mutuo consentimiento.
2-. Necesario.
3-. Administrativo.

Las autoridades que pueden intervenir en los asuntos de divorcio son:

- Oficial del Registro Civil.
- Juez de lo Familiar.
- Juez Mixto.
- Agente del Ministerio Publico.

Los principales efectos del divorcio son:

- Disolución del vínculo matrimonial.
- Determinar los derechos y obligaciones derivados de la patria potestad y custodia de los hijos.
- Determinar los derechos en cuestión de obligaciones alimenticias.
- División de los bienes que constituyen la sociedad conyugal.

El tiempo de duración del proceso de divorcio varía según la causa que lo origine

Para los casos de divorcio voluntario el tiempo aproximado es de dos a tres meses, siempre y cuando las partes no faltaren a ninguna de las dos juntas de avenimiento que fijara el Juzgado. En caso de que faltaren a alguna de ellas, el procedimiento se podría retrasar fácilmente 3 semanas más por cada falta.

En el caso de un divorcio necesario, y por tratarse de un juicio contencioso, el tiempo de duración del procedimiento es muy variable, pudiendo ser de 6 a 18 meses aproximadamente.

En cuanto al Divorcio Administrativo, se trata de un procedimiento que como su nombre lo dice es Administrativo, por lo cual el tramite es prácticamente rápido, de 15 a 30 días.

La Ley

La legislación civil del Estado de Nuevo León establece tres formas de disolver el vínculo matrimonial:

- DIVORCIO ADMINISTRATIVO
- DIVORCIO VOLUNTARIO
- DIVORCIO NECESARIO

El matrimonio es un contrato y como tal desde el punto de vista legal en Argentina puede cancelarse.

En Europa, el índice de separaciones legales es tan alto que surgen propuestas políticas para limitar el contrato matrimonial, finalizado el cual podría disolverse o mantenerse de acuerdo a la voluntad de ambos cónyuges, pero hasta ahora, esta idea sólo ha producido una ola de protestas de los sectores que defienden los valores familiares.

¿Qué hace que dos personas que se aman cuando comienzan su relación, se lleguen a odiar después de algunos años?

¿Se trata de egoísmo, incapacidad para mantener un vínculo, inmadurez, inestabilidad, falta de responsabilidad, asignaturas pendientes, celos, infidelidad, indiferencia, problemas económicos, o aburrimiento?

Cada persona es única pero existen causas comunes en los divorcios, de manera que se podría investigar la forma de encarar este fenómeno con una visión científica.

La hipótesis que podría formularse sería por ejemplo: Después de siete años de matrimonio la mayoría de las parejas quieren divorciarse por motivos comunes.

Si eso es verdad, entonces, si realizamos una investigación longitudinal con una determinada cantidad de parejas recién casadas y analizamos después de siete años en qué situación se encuentran, podríamos determinar si es verdad que la mayoría desea separarse y además cuáles son los motivos comunes que argumentan ambos cónyuges para querer separarse.

De esa manera podríamos advertir a los jóvenes que desean casarse sobre los resultados obtenidos para evitar que sufran las mismas dificultades con el paso de los años.

Pero podría no ser necesaria esta investigación porque la experiencia clínica también nos aporta importantes datos.

El divorcio figura como una de las principales causas de stress, de modo que la consulta al psicólogo es frecuente.

Ni bien comienzan las dificultades y ante una perspectiva de separación, el último intento de reconciliación puede llegar a ser una terapia de pareja.

Desde la práctica clínica se puede inferir que hay causas comunes provocadoras de separaciones conyugales aunque también el modo de ver la realidad que tenga cada uno también interviene para tomar esa decisión.

He atendido parejas a punto de separarse por infidelidad que luego perdonaron y actualmente continúan juntas después de muchos años.

No todos perdonan una infidelidad, pero a veces lo pueden lograr cuando se convencen que se trató de una relación fugaz sin importancia. Este razonamiento está relacionado con los propios valores y la forma de ver las cosas.

Los celos indican inseguridad y baja autoestima. Alguien que no está seguro de si mismo y que se subestima está proyectando los mismos sentimientos de autovaloración en el otro, imaginando la posibilidad del engaño con otro u otra de mejor imagen. Si se lograra dominar los celos, aumentando la seguridad en si mismo y elevando la autoestima, podría cambiar el desenlace de la relación.

La indiferencia muchas veces es subjetiva, y la experimentan principalmente las personas dependientes y posesivas que pretenden demasiada atención; y también cuando alguno de los dos no puede demostrar afecto en forma convencional.

Pero el amor se puede demostrar de muchas maneras a veces más originales que las que conocemos.

La dependencia es inmadurez y se cura con una buena terapia.

Las crisis ayudan a crecer porque rompen viejas estructuras y consolidan nuevas más maduras.

Afortunadamente, la persona inmadura es inestable y no se compromete fácilmente, de manera que es poco probable que llegue a contraer matrimonio. Pero si así fuera, mantener una relación estable es algo que le permitirá crecer y aprender a hacerse cargo de las responsabilidades y a no aferrarse a su pareja.

Hay muy pocas parejas que se separan por problemas económicos solamente, como por ejemplo frente a una crisis que les cambia el estilo de vida, porque esta nueva situación puede ser la oportunidad para unirlos más.

El aburrimiento en la pareja se vincula con la falta de crecimiento personal. Se tiende a proyectar en la pareja el estancamiento del propio desarrollo que por alguna otra razón no se está efectivizando. Si el que se aburre toma conciencia de esta situación se podría evitar una separación.

La persona ansiosa está siempre aburrida y tiene que vivir cambiando constantemente para calmar su ansiedad. Se aburren de la pareja, de las responsabilidades, de los compromisos, de los trabajos, pero en el fondo están deprimidos. Y la depresión es otra historia.

Antes de divorciarte

En este momento hay prisa para decidir sobre el divorcio?”


Según parece cada día aumenta el número de divorcios y no sólo en los Estados Unidos, sino en países como el nuestro, donde tenemos una estructura familiar mucho más sólida y sana. Por lo cual nunca estará de más profundizar en esta triste realidad que, suele ser la puerta de escape de las crisis matrimoniales. Una puerta de escape en un avión es algo que solamente en situaciones de gravedad excepcional debe usarse. Nadie haría un salto en pleno vuelo sin tener un motivo serio, y un entrenamiento proporcionado pues, por principio, tal acción se antoja suicida.

¿Puede usted imaginar algo más triste para una persona casada que su cónyuge le venga un día con que: “No soy feliz. . .”; “ya no te amo. . .”; “es imposible seguir viviendo así. . .”? Todos tenemos muy grabadas en nuestras retinas las escenas del derrumbamiento de las torres gemelas de Nueva York, pues esas son las imágenes gráficas de lo que sucede en el alma de tanta gente cuando les dicen “eso”. Es decir, cuando le echan abajo las ilusiones que durante años los habían mantenido luchando por el motivo que le daba sentido a sus vidas.

Las crisis de pareja suelen coincidir, o ser el resultado, de crisis personales: crisis de identidad, de inmadurez, crisis profesionales, económicas, ante la falta de cariño, atención y comprensión. Crisis ante la falta de reconocimiento al descubrir la desilusión provocada por las elevadas expectativas de la pareja, y que no se pueden satisfacer ya que no se es tan inteligente, bonita, educado, trabajador, cariñoso, tan solvente económicamente hablando, tan delgada, . . . y es entonces cuando llegan a plantearse -según ellos- “la ruptura total”, es decir: el divorcio.

La experiencia suele demostrar que la aniquilación del vínculo matrimonial, sólo se da en teoría, pues querer hacer desaparecer si más, por un simple trámite legal, todas las expectativas de felicidad que llevaron a una pareja hasta el matrimonio es demasiada pretensión. De hecho, esas expectativas se convierten en heridas supurantes que no cicatrizan con el paso del tiempo, pues suelen dejar en el alma un profundo y constante sentimiento de fracaso.

Cuando tengo que atender casos en los que la solución parece inevitable, suelo cuestionar: “Pero vamos a ver, ¿en este momento hay prisa para decidir sobre el divorcio?” y casi siempre la respuesta es: “¿Prisa? No, pero es que él, o ella, ya no quiere esperar más”. “De acuerdo pero, insisto, ¿Hay prisa?” Si la respuesta sigue siendo: No, entonces sugiero aplazar más la decisión acordándome de una sabia premisa que dice: “Las cosas importante pueden esperar, y las muy importantes deben esperar”.

Por otra parte, cuando una persona se halla ante la disyuntiva del divorcio, suele encontrarse en una situación anímicamente alterada, por lo cual los riesgos de error aumentan. De vez en cuando recibo correos electrónicos que vale la pena guardar, y en uno de ellos venía esta enseñanza:

“Recuerdo que un invierno mi padre necesitaba leña, así que buscó un árbol muerto y lo cortó. Pero luego, en la primavera, pudo darse cuenta, con gran tristeza, que al tronco marchito le brotaron retoños. Mi padre dijo: “Estaba yo seguro de que ese árbol estaba muerto. Había perdido todas las hojas en el invierno. Hacía tanto frío, que las ramas se quebraban y caían como si no le quedara al viejo tronco ni una pizca de vida. Pero ahora advierto que aún alentaba en él la vida.” Y volviéndose hacia mí, me aconsejó:

“Nunca olvides esta importante lección. Jamás cortes un árbol en invierno. Jamás tomes una decisión negativa en tiempo adverso. Nunca tomes las más importantes decisiones cuando estés en tu peor estado de ánimo. Espera. Sé paciente. La tormenta pasará. Recuerda que la primavera volverá”.

Hasta aquí no he mencionado las repercusiones que se dan en los hijos de quienes se divorcian. Sobre ellos se han escrito, y se podrán seguir escribiendo muchos, y muy tristes libros.

Conflictos conyugales: causas y efectos

Psicológicamente, los conflictos conyugales tienen con frecuencia dos únicas razones, relacionadas con la regresión a dos fases del desarrollo individual: la simbiosis con la madre y el narcisismo. Por tanto, hay dos tipos de matrimonio particularmente condenados a la crisis: el matrimonio simbiótico y el matrimonio narcisista.

Por lo que se refiere al primer matrimonio, hay que subrayar que en la fase simbiótica el niño experimenta que él y la madre son una única realidad, y que es imposible para cada uno de ellos pasar sin el otro, en una relación de dependencia mutua. Quien, por un incidente psicológico infantil (frustraciones y carencia de gratificaciones), se quede en esta fase (que va de 0 a 2 años), al casarse, lo hará con una figura materna de la que pretenderá una dedicación absoluta e irreal. O sea, considerará a su pareja como una parte de sí mismo y sufrirá cada vez que esa disponibilidad excesiva no se dé. Hay mujeres que se ofenden por cada momento que el marido pasa con sus colegas, amigos, parientes o incluso hijos, o si el marido vuelve a casa y se pone a leer el periódico. Y también hay maridos que se quejan porque la cena no está nunca preparada cuando vuelven a casa, porque la mujer juega a las cartas con las amigas en vez de pasar la tarde con él, o porque hace su vida o se dedica demasiado al hijo, prefiriéndolo al cónyuge. Son ejemplos clásicos del modo equivocado de considerar al otro como a la madre cuando se era un bebé, ejemplos del llamado matrimonio simbiótico. En este matrimonio el simbolismo de «serán los dos una sola carne» se toma de forma literal y exagerada, y en el inconsciente de al menos uno de los dos no existe el «yo y el otro», sino una unión de los dos, o mejor, la pretendida sumisión completa del otro a uno mismo. En el matrimonio simbiótico se niega uno a reconocer que su pareja tiene un mecanismo operativo separado que funciona según un ritmo propio; es decir, existe la pretensión de que el reloj del otro coincida siempre y en cualquier situación con el de uno. El problema surge cada vez que un cónyuge dice: «Mi mujer (o mi marido) no me comprende». Esta expresión suena como un timbre de alarma: indica la pretensión de que el otro tenga que conocer los pensamientos de uno, evidentemente porque lo vive como parte de sí mismo, como alguien que debería comprender sin palabras.

Otro tipo de matrimonio condenado al fracaso es el contraído de resultas de persistentes exigencias narcisistas. El narcisismo es un momento del desarrollo individual (de 2 a 4 años) en el que el niño adquiere conciencia de que las necesidades se satisfacen desde fuera; por eso considera a los demás únicamente como personas que sirven para satisfacer sus necesidades. Todo ser humano experimenta personalmente el narcisismo durante la infancia. El niño goza con las frecuentes y habituales aprobaciones que recibe. El mismo goce vuelve a aparecer en la adolescencia, especialmente en los sujetos con dotes estéticas especiales.

Los que fanatizan este narcisismo, que a niveles medios es normal, necesitan ser amados más que amar, demostrando así una burda inmadurez. Se dan cuenta o creen tener un físico muy atractivo que les garantiza ser admirados y cortejados, haciendo aparentemente más fáciles y gratificantes todas las relaciones sociales. Entonces, pueden permanecer perezosamente en esta postura y escoger como estilo de vida la actitud de quien no tiene nada que conquistar sino que lo único que tiene que hacer es dejarse conquistar. Por algo la palabra se deriva del nombre de un personaje mitológico de la antigua Grecia, el joven Narciso, que, enamorado de sí mismo, quería admirar su imagen reflejada en una fuente.

Desgraciadamente, muchos adultos se han quedado estancados en esta fase evolutiva infantil que debería ser transitoria en el desarrollo de la capacidad de relación con los demás. Y cuando se casan, buscan un instrumento más que una persona; es decir, se busca al otro no por lo que «es», sino porque «tiene» algo que sirve para compensar lagunas más o menos graves de madurez personal. Quien ha experimentado variados arrebatos, ejemplos clásicos de narcisismo fatuo, puede reconocerse fácilmente en este tipo de inmadurez, que se puede identificar con el egocentrismo más exasperado. Muchas infidelidades conyugales hallan su verdadera motivación en el haber contraído un matrimonio narcisista. Quien se queda en la fase narcisista sigue dividiendo a las personas en dos clases: buenas y malas, y seguirá buscando personas buenas, que abandonará al primer desengaño, para buscar otras nuevas durante toda la vida.

En la infancia, la fase narcisista cesa cuando el niño se da cuenta de que tanto las experiencias agradables como las desagradables son producidas por la misma persona; o sea, cuando recibe una bofetada de su madre, va a llorar al regazo de la madre, y en este momento nos hacemos maduros para unirnos a una persona que humanamente podrá defraudarnos, pero sin justificar por ello evasiones ni infidelidades.


Entre los múltiples motivos que pueden provocar crisis en un matrimonio están:

Expectativas exageradas: a veces esperamos y pretendemos demasiado del otro, pidiendo cosas que bastarían para hacer huir a todos nuestros amigos si nos mostráramos con ellos tan exigentes.

Falta de diálogo: a veces el diálogo cesa por miedo, miedo a herir o a ser heridos. Antes o después todos los esposos se preguntan: «No sé si me querría igual si tuviera el valor de decirle abiertamente lo que pienso o siento dentro».

Deseo de cambiar al otro: al parecer, la mayor parte de los casados empiezan a hacerlo al poco de casarse y se empeñan en modelar a la pareja según sus categorías. Y se lucha y se pelea por culpa de las mismas cualidades que nos habían hecho escoger a la otra persona. Pero cuando nos percatamos de que él o ella tienen intención de hacernos cambiar, protestamos y nos rebelamos. Sentimos que no somos aceptados por lo que somos, y, por consiguiente, nos resultará imposible poder amar con ternura y autenticidad.

El primer niño: a menudo el primer peligro verdadero para la paz del matrimonio llega con el primer hijo, y el test, en tal ocasión, es si la mujer (y a veces también el marido) pone en el niño todo su interés, ignorando al otro cónyuge. ¿Podrán entender los padres que la paternidad y la maternidad se pueden transmitir mientras la unidad matrimonial continúe? ¿Llegarán los padres a darse cuenta de que sólo podrán garantizar a su niño amor, seguridad, aceptación y calor humano si siguen creciendo en su amor de marido y mujer? Con la llegada de los hijos el peligro lo corre sobre todo la mujer, con el riesgo de convertirse exclusivamente en madre. Por su parte, el padre podría pensar más en cómo aumentar los ingresos mensuales que en cultivar la relación de pareja.

Cuando faltan las pequeñas muestras de amor: descuidar las pequeñas atenciones cotidianas una vez casados, cosas que durante el noviazgo eran la regla: detalles, palabras dulces, muestras concretas de afecto, mimos, caricias, etc. No olvidemos que el amor erótico-sexual se basa exclusivamente en la ternura; en caso contrario llegan las neurosis sexuales.

Cuando no ve tiene tiempo para estar juntos: los matrimonios entran en crisis porque no tienen tiempo para estar juntos, para mirarse a la cara, para hablarse, para salir juntos ellos solos. Nada podrá sustituir nunca el tiempo de estar juntos. Ni el dinero, ni los nuevos electrodomésticos, ni las joyas, ni las pieles, ni una casa más bonita, ni una cuenta bancaria más abultada, etc. podrán sustituir el tiempo pasado juntos escuchándose, amándose, compartiéndolo, etc..

Pero aparte de las causas de crisis, de las causas psíquicas que crean conflictos conyugales, hay que preguntarse: ¿cuáles son los síntomas más frecuentes de la crisis conyugal, los signos que nos dicen que estamos en crisis?

- Dificultad creciente de comunicar o, peor, no hablar nada durante días enteros.

- Sensación de que el amor va y viene, con días en que uno siente que ama a su pareja y otros días en que uno está seguro de no haber amado al otro nunca.

- Sensación de que es el otro quien pone en crisis el matrimonio, no nosotros, sino él o ella, sin duda.

- Nos limitamos a existir uno junto al otro, aplastado cada uno por una enorme soledad que nos lleva a la idea de la incompatibilidad y de que no vale la pena hacer nada para superar esa crisis: «¡Somos incompatibles, y basta!» Y cada cual empieza a ir por su cuenta, comunicando poco, nos vamos a nuestro rincón a cultivar nuestras aficiones, lecturas, juegos con amigos, etc.

- Tener dudas serias, en el sentido de que nos preguntamos si no valdrá la pena volver a empezar con otra persona, y entonces miramos alrededor y vemos gente feliz y sentimos poco a poco el deseo de otro campañero. Conocemos en el trabajo o en otro lugar a alguien que tiene nuestros problemas y nos sale espontáneo hablar con esa persona, y en un santiamén nos arrojamos uno en brazos del otro. He aquí la infidelidad, que hoy está tan de moda. He aquí la muerte del matrimonio, y el divorcio se convierte en la solución para todo. Ironías de la vida, a menudo la nueva pareja tiene las mismas características que la antigua, de la que nos hemos separado; y todo vuelve a empezar desde el principio. Muchas veces las segundas nupcias funcionan, pero puedo aseguraros que es porque nos hemos puesto a trabajar en nosotros mismos y hemos puesto en el nuevo matrimonio la comprensión que debíamos haber puesto en el primero.

- Luego están los problemas sexuales: el marido se lamenta de que la mujer es frígida; ésta replica que no se siente amada, etc.

- Por último, no olvidemos que un gran sufrimiento es buena señal en la pareja, porque mientras logremos «sufrir» significa que todavía queremos al otro, y hay un hilo de esperanza. El amor está muerto y sepultado cuando ya nada nos importa.

Aquí conviene decir que la esperanza es siempre lo último que muere, incluso en los conflictos conyugales.

Pero aparte de este detallado aunque sucinto análisis de las causas psíquicas de los matrimonios abocados al fracaso, sería útil ahora saber a qué fuentes hay que recurrir para lograr un matrimonio exitoso. Después de años de experiencia psicoterapéutica, puedo afirmar modestamente que lo que necesita una familia sana no es ni bienestar material, ni una excesiva sexualidad de los padres, ni unos hijos «majos», ni una casa amplia o apoyos externos: sólo se requiere un poco de buena voluntad para mirar con toda honradez a la cara a todas las diferencias que antes de casarse ni se soñaba que existieran. Y comprendemos que tenemos que vivir juntos y amarnos a pesar de todas las diferencias que encontramos. Durante el noviazgo se pone el acento en lo que nos une. En el matrimonio, en cambio, afloran las diferencias, a menudo de forma dramática. Hemos aprendido. es verdad, que el matrimonio no es siempre, o sólo, dos personas que avanzan cogidas de la mano; sino que es también un ir adelante juntos que requiere un gran esfuerzo para programar y compartir nuestra vida. Así se empieza a entender que es una unión que requiere mucho tesón si uno quiere que se mantenga en pie, que es necesario mirar adelante, reflexionar y dialogar. Y terminamos por concluir que el matrimonio funciona sólo si nos decidimos a hacer que funcione.

Un matrimonio no es nunca un bonito regalo que se entrega a los esposos al final de la ceremonia nupcial. Es algo que los cónyuges construyen con sus manos, día a día trabajando con dedicación y sacrificio. ¿De qué manera? Por experiencia puedo afirmar que dar amor sin esperar nada a cambio es el elemento esencial de un matrimonio logrado. En otros términos: se trata del amor incondicional, que a menudo se ve como algo costoso, difícil o borroso. Indicaré ahora algunos atributos del amor incondicional que merecen ser subrayados y sobre todo meditados por el lector:

1) «Renunciar a querer tener siempre razón». Es la única, inagotable fuente de problemas y de ruptura de relaciones: la necesidad de decirle al otro que se ha equivocado o, si se prefiere, la necesidad de tener siempre razón, de decir siempre la última palabra, de demostrar al otro que no sabe lo que dice, de imponerse como superior. Una pareja sana es una relación entre iguales: ninguno de los dos ha de sentirse equivocado. No existe un modo «acertado» o un argumento «vencedor»: cada uno tiene derecho a tener su punto de vista. Antes de negarle la razón al otro, hemos de poder detenernos a hablar con nosotros misms y decirnos simplemente: «Sé lo que pienso sobre este tema y sé que su opinión no coincide con la mía, pero no importa. Basta que yo lo sepa dentro de mí; no es necesario quitarle la razón».

2) «Dejar espacio a los demás». Cuando amamos a alguien por lo que es y no por cómo pensamos que debería ser, o porque nos satisface, surge espontáneo dejarle espacio. La actitud afectiva adecuada es permitir a cada uno ser él mismo. Y si eso comporta algún tiempo de alejamiento entre nosotros, entonces no sólo hay que aceptar la separación, sino facilitarla afectuosamente. Las relaciones demasiado estrechas (me refiero especialmente a los matrimonios simbióticos), destrozadas por los celos o la aprensión, son típicas de quien piensa tener derecho a imponer a los demás cómo deberían comportarse.

3) «Borrar la idea de posesión». Tratemos de gozar el uno del otro, no de poseernos mutuamente. Nadie quiere ser dominado. A nadie le gusta sentirse propiedad privada de otro, ni sujeto ni controlado. Todos nosotros tenemos en la vida una misión que cumplir, que resulta obstaculizada cada vez que otro ser humano intenta entrometerse. Querer poseer a los demás es, sin duda, el obstáculo mayor en la toma de conciencia de la propia misión.

4) «Saber que no es necesario comprender». No tenernos obligación de comprender por qué otro actúa o piensa de una manera determinada. Estar dispuestos a decir: «No entiendo, pero es igual» es la máxima comprensión que podemos ofrecer. Cada una de mis tres hijas tiene una personalidad y unos intereses propios. Además, muy a menudo lo que les interesa a ellas no tiene interés para mí, o viceversa. No siempre es fácil superar la convicción de que todos deberían pensar y comportarse como yo, pero intento frenarme y, cuando lo consigo, pienso: «Es su vida, han venido al mundo a través de mí, no para mí. Protégelos, presérvalos de actitudes autolesivas y destructivas, pero deja que vayan por su camino». Rara vez entiendo por qué ciertas cosas les apasionan, pero a menudo he conseguido pasar por alto la necesidad de entenderlo. En la pareja hay que superar la necesidad de entender por qué al otro le gustan determinados programas de televisión, por qué se acuesta a cierta hora, por qué come lo que come, lee lo que lee, se divierte con ciertas personas, le gustan determinadas películas o cualquier otra cosa.

Recordemos que dos están juntos no para entenderse, sino para ofrecerse ayuda mutua y realizar su misión de mejorar. Y una grandísima aportación a todo esto es el llamado «arte de la conversación», un arte que tiene cinco reglas: sintonizar el canal del otro; mostrar que estamos escuchando; no interrumpir; preguntar con perspicacia; tener diplomacia y tacto.

De estas reglas me parece importante detenernos en la escucha porque, parecerá raro, pero las parejas en crisis no saben escuchar; y en mi actividad profesional tengo que trabajar a menudo sobre cómo reactivar la atención y poner el acento en el proceso de escucha, pidiendo a cada uno que se concentre no en las palabras que se dicen sino en otra cosa. ¿Qué oye. por ejemplo. en la voz del que habla? ¿Está bien calibrada y suave. o es dura y agresiva? Lo mismo con el tono y la inflexión: ¿llana, metálica, monótona o excitada y contagiosa? A veces nos sorprendemos de mensajes totalmente nuevos o diferentes con respecto a las acostumbradas comunicaciones familiares, que se captan cuando uno deja de escuchar las palabras y presta atención a otros aspectos. Una actitud típica de la falta de escucha se tiene cuando se usan las siguientes palabras: «Sí,... pero». «si al menos...».

Me gustaría abrir un pequeño paréntesis sobre otras actitudes equivocadas en la pareja, que son las pretensiones. Por ejemplo, pretender que el otro tenga que amar a los padres y a la familia de uno. Digamos que me podría agradar que el otro trate a mi familia con respeto, pero no tiene que amarla obligatoriamente. O bien pensar que si uno te ama de verdad, tendría que saber lo que necesitas. Es lo que yo llamo «pretensiones de telepatía». por lo que quizá es útil declarar nuestros deseos de manera abierta y clara. Quien te ama de veras tiene derecho a que le pongas al corriente. Otra idea: es un error pensar que pedir disculpas lo borra todo. porque las disculpa son palabras. mientras que son mas importantes las acciones correctivas.

Pero volvamos a lo de saber escuchar. Todos hemos hecho la experiencia bonita y liberadora de estar en presencia de una persona tranquila que nos deja ser lo que somos, que no juzga, que no echa sermones, que se ensimisma en nuestras experiencias, que está con nosotros, totalmente presente; en una palabra, que se hace «uno» con nosotros. Pues bien, ésta es una persona que nos escucha. Si en cambio alguien empieza a juzgarnos, a darnos consejos, hay menos espacio para que surja algo verdadero e importante, quizá nuevo. En la pareja, que cada uno recuerde que la escucha debe ser pura, limpia, sin estar pensando qué va a decir después.

Para concluir, los signos del verdadero amor matrimonial son: aceptarse mutuamente como somos; el deseo de hacer lo que al otro le agrada; el estar dispuestos a allanar las diferencias conforme afloran; la conciencia de que se ha de construir la unidad matrimonial y no el orgullo personal y las propias razones; el esfuerzo de pensar en términos de «nosotros» y no de «yo»; la sensación de ser dos compañeros que trabajan juntos por la misma causa; la constante tensión hacia un estilo de vida que ya no es mi estilo o el tuyo, sino el de ambos, y que tiene sus raíces en un amor sobrenatural.

Para casarse bien, hay que ser tres: él, ella y el Amor.

8 precauciones para proteger tu matrimonio de la infidelidad

Lo peor del divorcio es que, como el suicidio, es contagioso.

Cuando se han divorciado ya un par de parientes, hermanos, primos cercanos, y nadie parece haberse muerto de ello, es fácil asumirlo como “otra opción”. Una pareja joven en crisis cada vez tiene menos ejemplos a los que mirar, ejemplos de matrimonios jóvenes, firmes y alegres.

Peor aún, en nuestra sociedad apresurada hay pocos espacios y casi ningún tiempo para compartir nuestra intimidad con nuestro cónyuge e incluso con algún amigo o pariente muy cercano. Por eso es especialmente peligroso cuando se presenta la ocasión con alguna persona que empieza a ocupar el espacio que debería ocupar nuestro cónyuge.

“Hay un papá –muy dedicado a sus hijos– en nuestro vecindario que se ha convertido en mi mejor amigo”, le decía una joven madre a Jill Savage, fundadora de Hearts at Home (un servicio para animar a las madres que se quedan en casa a ser cada vez “más profesionales”). Jill enseguida se preocupó mientras escuchaba a la entusiasmada madre.

“Vamos juntos con los niños al parque, a comprar, incluso cocinamos juntos una vez al mes; es un gran tipo”, decía la mujer. “Es evidente que ella no tenía ni idea del peligro de esta situación aparentemente inofensiva”, escribió luego Jill Savage en un artículo. “La historia es siempre la misma: el cónyuge infiel desarrolló una relación que empezó como una inocente amistad, con alguien al que poder hablar, alguien que le escuchaba, que se preocupaba”.

En una sociedad especialmente hostil, es importante proteger el matrimonio con una atención especialmente fuerte. “Cada uno es tentado por sus propios deseos que le atraen y seducen; estos deseos, una vez concebidos, engendran el pecado, y el pecado, una vez crecido, engendra la muerte”, cita Jill la Carta de Santiago 1, 14-15.

“Necesitamos plantar un seto de protección alrededor de nuestro matrimonio, es decir, tomar decisiones ya, por adelantado, que mantengan la tentación lejos y hagan del matrimonio una prioridad”, recomienda Jill como asesora familiar y matrimonial. En concreto, ella recomienda 8 precauciones para proteger la relación.

Precaución 1:

Elige sabiamente. Evita pasar tiempo innecesario con alguien del sexo opuesto. Por ejemplo, si buscas un entrenador personal en el gimnasio, elige mejor a alguien del mismo sexo que tú.

Precaución 2:

Comparte sabiamente. Si un día te das cuenta de que estás compartiendo con alguien secretos e intimidades sobre ti y tu matrimonio que no has compartido con tu esposo o que no lo harías, eso es una señal de alerta. Un lío emocional con alguien, incluso si no llega a ser sexual, también puede hacer mucho daño a la relación.

Precaución 3:

Procura estar en sitios públicos. Haz el propósito de no citarte a solas con alguien del otro sexo. Si un compañero te invita a comer o a que le acompañes, haz que venga una tercera persona. No titubees en explicarle, si hace falta, que así lo has acordado con tu cónyuge. Puede servir para dar ejemplo.

Precaución 4:

No seas inocente. La mayor parte de la gente que termina teniendo un lío no quería tenerlo; la infidelidad empieza como una relación inocente que termina alcanzando una profundidad emocional que cruza la línea de la fidelidad.

Precaución 5:

Aumenta tu inversión en hogar. Los matrimonios fuertes se consiguen pasando tiempo juntos, riendo juntos, jugando juntos. Si no tienes citas con tu pareja, planea ya citas para los meses que vienen y haz que pasar tiempo juntos sea una prioridad.

Precaución 6:

Presta atención a lo que piensas. Si todo el día estás pensando en los fallos de tu cónyuge, si el tiempo que dedicas a pensar en él o ella se centra en defectos y reproches, es fácil que cualquier otra persona pueda parecerte mejor y te atraiga. Haz una lista por escrito de los puntos fuertes que inicialmente te atrajeron de tu pareja. Aumenta el animar y apoyar y disminuye las críticas.

Precaución 7:

No juegues a comparar. Todos tenemos malas costumbres, manías y errores. Es muy tramposo comparar a tu esposa o esposo con un nuevo conocido, porque al recién llegado no lo estamos viendo en el mundo real, en el mundo de compartir techo, cuidar niños a las tres de la mañana, cuadrar cuentas, etc...

Precaución 8:

Busca ayuda. Buscar ayuda es un signo de fortaleza, no de debilidad. Busca ayuda quien está dispuesta a presentar batalla, es un primer paso de fuerza. Un terapeuta familiar cristiano, un buen consejero, etc... te darán una perspectiva serena, valiosa, para establecer nuevas estrategias para proteger o defender o reconstruir tu matrimonio.

Estos consejos, publicados en Christianity Today (verano 2006, Vol. 23, n2, pág. 42) son de Jill Savage

Abogados

En su gran mayoría, los Abogados están preparados para litigar, es decir para obtener el máximo beneficio para su cliente sin preocuparse por el efecto que ello pueda causar en la otra parte. Cuando hay familia de por medio, este no es en absoluto el mejor planteo. En los asuntos de familia, las partes siguen relacionadas después del juicio y hay una serie de factores afectivos en juego que hacen necesario el logro de un arreglo satisfactorio para todos los involucrados como única garantía de que se cumplirá lo pactado. Es por ello que este espacio te recomienda como marco de referencia para los asuntos del orden familiar DEBERA SER LA NEGOCIACION, buscando siempre el mejor resultado para todos los miembros involucrados a través de una solución negociada.
Así mismo y dada la naturaleza de los problemas, si tu o algun conocido esta pasando por circunstancias similares es importante que se asesore con los expertos.

Los niños y el divorcio


Si siente que su relación va por mal camino, haga todo lo posible por hacer que las cosas vuelvan a funcionar. En términos emocionales y económicos es mejor evitar el divorcio, pero si ya no hay nada qué hacer, prepárese y no involucre sus hijos en el conflicto.
Hoy en día de cada dos matrimonios uno termina en divorcio y muchas de las parejas divorciadas tienen niños. Los padres que se están divorciando a menudo se preocupan acerca del efecto que el divorcio tendrá en sus hijos. Durante este período difícil, los padres puede que se preocupen por sus propios problemas, pero continúan siendo las personas más importantes en la vida de sus hijos.

Mientras los padres bien pueden sentirse o desconsolados o contentos por su divorcio, invariablemente los niños se sienten asustados y confundidos por la amenaza a su seguridad personal. Algunos padres se sienten tan heridos o abrumados por el divorcio que buscan la ayuda y el consuelo de sus hijos. El divorcio puede ser malinterpretado por los niños a no ser que los padres les digan lo que les está pasando, cómo les afecta a ellos y cuál será su suerte.

Los niños con frecuencia creen que son la causa del conflicto entre su padre y su madre. Muchos niños asumen la responsabilidad de reconciliar a sus padres y algunas veces se sacrifican a sí mismos en el proceso. En la pérdida traumática de uno o de ambos padres debido al divorcio, los niños pueden volverse vulnerables tanto a enfermedades físicas como mentales. Con mucho cuidado y atención, sin embargo, una familia puede hacer uso de su fortaleza o de sus factores positivos durante el divorcio, ayudando así a los niños a tratar de manera constructiva con la solución al conflicto de sus padres.

El hablarle a los niños acerca del divorcio es difícil. Los siguientes consejos pueden ayudar a los niños y a los padres con el reto y el estrés sobre estas conversaciones:

• No lo mantenga en secreto o espere hasta el último momento.
• Infórmeselo a su niño junto con cónyuge.
• Mantenga las cosas de manera simple y directa.
• Dígale que el divorcio no es culpa de él / ella.
• Admita que ello tal vez será penoso y desconcertante para todos.
• Asegúrele a su niño que los dos todavía lo quieren y que siempre serán sus padres.
• No discuta con el niño las faltas y problemas de cada uno de ustedes

Los padres deben percatarse de las señales de estrés persistentes en su hijo o en sus hijos. Los niños pequeños pueden reaccionar al divorcio poniéndose más agresivos, rehusándose a cooperar o retrayéndose en sí mismos. Los niños mayores pueden sentir mucha tristeza o experimentar un sentimiento de pérdida. Los problemas de comportamiento son muy comunes entre estos niños y su trabajo en la escuela puede afectarse negativamente. Ya sea como adolescentes o como adultos, los hijos de parejas divorciadas a menudo tienen problemas en sus relaciones y con su autoestima.

Los niños tendrán menos problemas si saben que su mamá y su papá continuarán actuando como padres y que ellos los seguirán ayudando aún cuando el matrimonio se termine y el padre y la madre no vivan juntos. Las disputas prolongadas acerca de la custodia de los hijos o la coerción a los niños para que se pongan de parte del papá o de la mamá les pueden hacer mucho daño a los hijos y pueden acrecentar el daño que les hace el divorcio. Las investigaciones demuestran que los niños se desarrollan mejor cuando los padres tienen la capacidad de cooperar para su bienestar.

La obligación continuada de los padres por lograr el bienestar de los hijos es vital. Si el niño muestra indicios de estrés, los padres deben consultar con su médico de familia o con su pediatra para que los refiera a un siquiatra de niños y adolescentes para que le haga una evaluación y les dé tratamiento. Además, el siquiatra de niños y adolescentes puede reunirse con los padres para ayudarles a que aprendan qué hacer para que el estrés del divorcio sea más fácil para toda la familia. La psicoterapia para los niños de una pareja divorciada y para los padres divorciados puede ser de gran beneficio.